No hay diversión en el juego, sino una forma de comprensión distinta: desligada del cálculo, o saliéndose de él cuando los elementos que calculan/que son calculados resultan excesivos.
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Impropiamente, pensamos en una persona que juega al ajedrez contra una máquina: la persona no juega, porque la escena no pertenece al juego, por asimétrica. El ordenador (la máquina) es un dispositivo de cálculo, ajeno a las decisiones que toma libremente la inteligencia, a partir de la interpretación de los datos que haya efectuado, falible, finita.
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La situación es la que define el juego, no los jugadores. Esto es lo que sucede en cualquier forma de comprensión, es decir, aquella forma de inteligencia humana que circula por vías no meramente explicativas.
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El exceso puede consistir, también, en un desconocimiento. La ciencia, como el amor, requiere proximidades, la presencia del objeto ante los ojos, para observar sus gestos y sus dudas. Fácilmente podemos pensar que lo que hay aquí es justamente un déficit, aunque yo creo que es la abundancia del escenario lo que fatiga al jugador y le hace abandonar.
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