Astenia. Día de pura primavera, soleado, limpio. Una levísima brisa, como construida por mariposas, acaricia las hojas de las palmeras, que rielan con coquetería. Ahí afuera, unos metros tras la ventana y al otro lado de la carretera, en la casa de los ingleses, mirando yo en oblicuo hacia la izquierda, casi nada, efectuando el único esfuerzo de que soy capaz.
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