30 de abril de 2012

Autoficción

Páginas de PY sobre JM (TLA), anoche. Cuento que no me interesan las novelas (ni en general la literatura), excepto en la medida en que apunten a un asunto diferente y mucho más importante. La cuestión de la diferencia entre lo aparente y lo real, p. ej. Por eso mismo me importan las variaciones que juegan en los intersticios de las separaciones categoriales, burlando la tipificación canónica de los géneros, la parasitación académica de los textos. Etc.  No, las novelas no me sirven. Si me recuerdan su factura lingüística, la fabricación de todo con la materia de las palabras, sí. La cuestión de la referencia y la cuestión del significado de los signos, tan diferentes entre sí. Puesto que el significado ya tiende a otra cosa que la mostración y quizás a otro asunto que la realidad. Un significado ya es connotativo, puesto que inserto en un sistema social, en un escenario de circulación, flujos, intercambio de signos... A mí, que no entiendo de nada, esto me apasiona. Un significado se transforma casi en metáfora en cuanto que se le deja al albur de las intenciones y malcomprensiones de los hablantes.

La disposición central del narrador en los relatos, el ascenso narratológico de esta categoría, a mí me parece un abuso teórico. Un intento de escamotear la pregunta básica y quizás la falta de solución: cómo un hablante real rebasa los límites del lenguaje, sin dejar claro si hay seriedad y dónde en toda esta empresa. ¿La muerte habría de excluir la risa?

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