Bien, muchas cosas... Por ejemplo, irse al restaurante más chic de la comarca, sentarse solo y olvidado en una mesa, y aplicar el oído a la tarea de captar con todo detalle y lujo el contenido de las conversaciones de esos señores que parecen tan por encima del mundo, que hacen sonar en sus bocas, explotándolas igual que granadas de mano de una guerra anterior o futura, las palabras Presidente, Economía, Entrenador y muchas otras de similar cariz. Lo más que se logra oír son esas palabras sueltas, que no hacen más que corroborar lo ya sabido al sentarse, o antes de sentarse cuando se decidió ir al mediodía allí y a ningún otro sitio: lo mucho que rebasa el mundo a ciertas personas, a las que les tiene que bastar con que el sol luzca sin apretar mucho la parte de calor.
No penséis para nada que hablo de mí. No soy curioso, no tengo dinero para ir a restaurantes caros. Me lo han contado y yo os lo transmito. Yo narro, no vivo.
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