3 de abril de 2011

Wittgeinsteinian@ (ética)

Nada de lo que valga la pensa en el mundo debe resultar sencillo. Que fuera así, que las cosas salieran rodadas y nos invitaran a dejar actuar la inercia, debería invitarnos a sospechar. Que las dificultades encontradas, lejos de arredrarnos nos inciten a seguir, debería invitarnos a sospechar lo contrario: lo ya dicho, que nada valioso en el mundo se nos concede sencillo ni adquirible por el módico precio que se paga por un método racional.

Ni en el mundo ni fuera del mundo (y aquí mi W. sigue filemente a K.) se encuentra nada valioso que no haya sido obtenido, finalmente, al precio de un absurdo o de una rareza. El tiempo seguiría por sus caminos trillados si no golpeáramos nosotros, a destiempo. En el mundo yo no encuentro nada que sea a la vez sencillo y valioso, a no ser en el perfil de un cuerpo que sueña o en un cuerpo soñado. Para encontrar el alma (y que su inmaterialidad no se confunda fatalmente con inexistencia) debemos elevarnos muy por encima del mundo de los hechos y considerar que en su mayor parte no significan nada. (Qué digo en su mayor parte! Ningún hecho significa nada... Quizás los sucesos emanados de la piedad ante el dolor ajeno. Estos serían hechos puros de humanidad, y por eso mismo quizás indefinibles.) Roturando en la experiencia del tiempo: con palabras o gestos, con esa voluntad tan clara que quiere emanciparse de los hechos a los que se entrega- deshaciendo el orden consabido de la horas, las estaciones y los años, solamente de esa manera es como se introduce en el mundo lo que no existe: un valor, si no, y debe ser que no, un precio.

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