Que el beneficiario de la piedad, que uno ejerce hacia otro, sea al final uno mismo y nadie más.
Que, en general, el valor moral responda a las necesidades del código genético, y así seamos virtuosos a merced de un egoísmo profundo y químico. Describir socialmente el bien y el mal (como utilidad o felicidad) no sirve para anular la reducción radical del deber: puesto en otra cosa que en sí mismo.
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