Bienaventuradas las certezas, y afortunados los que las tienen. Hay, por el contrario, quien se avergüenza de casi todo y nunca ha de llegar a nada (la culpa más densa que el plomo).
La moral provisional del escéptico en su vida: aunque conserve ésta, se encuentra a un tris de perder la primera, sin ser capaz de sustituir unas reglas por otras. ¿No iba a cansarle el cambio continuado sin sentido -no iba a dejarse ir, por ende?
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