Están los idiotas religiosos y los idiotas laicistas (herederos, ¿lo saben?, de la estúpida religión del terror del dieciocho postrimero).
Y también están los idiotas absolutos, participantes o videntes de los reality shows nipones.
Todos ellos son útiles, incluso para sí mismos (pues no habrán de enfermar por exceso de conciencia y sentimiento de culpa consiguiente).
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