7 de octubre de 2009

Barroco por no llorar, reír para renacer

A la espera de que la edit. Planeta, o algún otro ente difusor de la cimera cultura castiza (patria) se animen a publicar las Obras Completas de Sócrates, me dedico a dos testigos incómodos y poco fiables según los expertos: los Memorabilia de Jenofonte, en la sabrosa traducción de García Calvo, nuestro helenista ácrata estatal (Salvat Eds., 1971), y Las nubes de Aristófanes, en la versión que me he encontrado en el internet-río de la vida (¿dónde leí la obra la primera vez?; ¿hubo acaso una primera vez?). Agazapado está Kierkegaard para saltar (su tesis sobre Sócrates que inacabé) y lo que pueda ir yo espigando, hasta el fin, entre los antiguos y los modernos. Pero lo esencial siguen siendo las Obras Completas.

Ps. Sé que lo presocrático es lo que vale, después de todo. Sin embargo tengo que dejar a un lado el santo nombre de Platón y el de Aristóteles que pas(e)aba por allí y se quedó en nuestra cultura. Se entenderá por ello que me atraiga la figura de Sócrates, que en medio de todo estaba.

4 comentarios:

Egoficción dijo...

¿Tienes tú algún Cioran mio?
No me hace falta, es para situarlo. Ahora estoy con los dos breviarios.

Martín López dijo...

Sí. Historia y utopía. Creo que ninguno más.

Egoficción dijo...

Muy agradecido, monsieur escribiente.

EGM dijo...

¿Tienes algún Corín Tellado mío?? yo también muero por situarlo