A la espera de que la edit. Planeta, o algún otro ente difusor de la cimera cultura castiza (patria) se animen a publicar las Obras Completas de Sócrates, me dedico a dos testigos incómodos y poco fiables según los expertos: los Memorabilia de Jenofonte, en la sabrosa traducción de García Calvo, nuestro helenista ácrata estatal (Salvat Eds., 1971), y Las nubes de Aristófanes, en la versión que me he encontrado en el internet-río de la vida (¿dónde leí la obra la primera vez?; ¿hubo acaso una primera vez?). Agazapado está Kierkegaard para saltar (su tesis sobre Sócrates que inacabé) y lo que pueda ir yo espigando, hasta el fin, entre los antiguos y los modernos. Pero lo esencial siguen siendo las Obras Completas.
Ps. Sé que lo presocrático es lo que vale, después de todo. Sin embargo tengo que dejar a un lado el santo nombre de Platón y el de Aristóteles que pas(e)aba por allí y se quedó en nuestra cultura. Se entenderá por ello que me atraiga la figura de Sócrates, que en medio de todo estaba.
4 comentarios:
¿Tienes tú algún Cioran mio?
No me hace falta, es para situarlo. Ahora estoy con los dos breviarios.
Sí. Historia y utopía. Creo que ninguno más.
Muy agradecido, monsieur escribiente.
¿Tienes algún Corín Tellado mío?? yo también muero por situarlo
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