Resiste uno la tentación, que no hay tanta, que no es tanta, de comprar libros en las grandes superficies, esos espacios para no comprar los libros que uno lee. Estoy a punto de caer: este que aquí se comenta. Me disuade un poco el alto precio y mi gran pobreza. Sé, sin embargo, que mi ánimo inconstante encontrará racionalizaciones más que sobradas para pecar al fin y comprar esta supuesta joya de casi mil quinientas páginas.
Por lo demás este mundo es una basura desordenada (un caos de antes de Hesíodo) en donde hombres jóvenes y hombres maduros se ven obligados a malvivir vendiendo castañas asadas y palomitas a los transeúntes, y un acordenista de tez oscura pone música fragante a la banalidad cercana de los compradores y la más lejana de los políticos.
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