(Aunque éste no era el título, pero vale igual)
Habéis anidado la serpiente, le habéis fabricado una cunita de idiotez (la vuestra), y ahora pretendéis curar el estadio final de una malignidad con analgésicos a repartir según sectores. Prescritos (no falta más) por los mismos que habéis ambientado el crimen (¿diré fomentado?), presto el insulto (reaccionario!, autoritario!) para el que se oponía a lo vuestro. ¿De verdad pensáis que esto tiene vuelta atrás? No, sino un crecimiento. Que ojalá fuera el final, pero esta decadencia es el principio. ¿Confiáis, de veras, en algún prontuario de las buenas intenciones, en un evangelio masónico o laico –y aunque fuera religioso? ¿Por qué no creímos a N.?
Queda, único resorte, la conciencia o decencia personales para sobrevivir a la sociedad más estúpida conocida: la que se ha cargado el sentido (vital, existencial, transitivo) de la juventud dándole alas absurdas. Ahora, a purgar todos por la necedad ideológica.
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