I. Sobre los peligros del cartesianismo pasado por las aguas rusas. Se le ocurre a uno pensarlo (o no lo piensa, más bien aparece como una flecha vaga que atraviesa por un instante el paisaje) en ese epistolario de la locura que podría ser el relato "Un pensamiento" de L. Andreiev. Lejos de autoavalarse, tal quería en épocas de matanza religiosa el feo francés, el cógito no produce más que escisiones, máscaras sucesivas o simultáneas, dudas crecientes e impulsos de aniquilación. La razón está para que la encierren. O para anticiparse ella a encerrar.
II. Ni mística ni crimen. En Pensar de V. Ferreira: también la división del yo en tiempos que se remiten unos a otros y que, no obstante, no se quedan tranquilos en el presente que les toca. Escribe un anciano, podría anticiparse a decirlo un joven, los hombres maduros ni te cuento. Pensamos, en efecto, que eso le ocurre al tiempo, irse de un sitio a otro, de una experiencia a otra distinta, vacar entre países y lenguas. Sobre esto último, sobre el lenguaje: porque si los tiempos del verbo y de la vida no se fijan en una sustancia aprehensible y domeñable, la ratio última reside en que el verbo será siempre otra cosa de lo que tiene enfrente, de lo que es. Siempre insuficiente, el verbo.
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