28 de noviembre de 2006

Pobreza

Nunca teníamos nada, y sólo puedo acordarme del suelo de tierra, de la cocina de leña y de los animales que nos acompañaban, humildes como nosotros. A mis padres siempre los recuerdo viejos; aunque ahora, que no los tengo, no me puedo imaginar que entonces me viera así, como me veo ahora, sin ellos. Puesto que ya no soy un hombre joven me puedo permitir el impudor de manifestar ciertas verdades, que tan difícilmente se acomodan en mi cabeza, y tan reacias se muestran a salir. Así que no tengo por qué sentir miedo de confesar que algunas veces escondo las lágrimas con mi seriedad, aunque desearía, realmente, las lágrimas y la presencia, los cuerpos viejos y míos.

1 comentario:

conde-duque dijo...

Es en la vida donde la reflexión adquiere toda su textura humana. Creo yo...