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18 de enero de 2014
De mi pueblo y del ancho mundo
Supongo que cuando los economistas liberales entran en su orgasmatrón virtual experimentan algo así como lo que debían sentir algunos los pequeños constructores y empresarios de la zona cuando hace ya más de un lustro de aquella bonanza en la que todos creímos, veían a los inmigrantes bien dispuestos, como racimos de carne de trabajo, en la esquina de la parte de arriba de la Calle del Ro***. Pienso que en esta fotografía de situación, que no sé si alguien haría en aquella época, los ideólogos del libre mercado tendrían una figura adecuada de su utópico limbo de demandantes y oferentes de bienes y servicios. El dinero, el cuerpo de labor, en una encrucijada bien visible de un pequeño pueblo.
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