13 de enero de 2014

Textos, citas

Del carácter nacional:

Kant (1991[1798]), tras referirse a los rasgos específicos comunes de la especie humana, o a sus facultades intelectuales y afectivas (conocimiento, sensibilidad y pasión), aborda la cuestión de los caracteres nacionales. Lo hace en una sección concreta dedicada al “carácter del pueblo”, incluida en la segunda parte de su Antropología en sentido pragmático, que a su vez titula “Característica antropológica” o “De la manera de conocer el interior del hombre por el exterior”. Dicho título es muy revelador, pues el filósofo alemán entiende que los caracteres tienen un reflejo fisonómico en rasgos y gestos. La aludida sección recoge numerosas observaciones, no exentas de estereotipos –como se verá luego para el caso español–, relativas al carácter específico de diversos pueblos europeos tal y como éste manifestaba ser en la época.
Montesquieu (1980[1748]: 197-248) fue sin duda el más destacado representante de la idea de la influencia del medio físico en la civilización, tal como puede apreciarse en los libros XIV a XVIII Del espíritu de las leyes. Si el punto de partida de la Ilustración, coherente con la creencia en la idea de progreso y base de los proyectos universalistas, era la identidad básica del género humano tanto en lo físico como en lo moral, había que explicar entonces las grandes diferencias existentes en las costumbres y las instituciones. Es decir, dado que la naturaleza humana era única y los hombres esencialmente iguales en cuanto a capacidades físicas y mentales, era preciso dar razón, por ejemplo, de los grandes contrastes existentes entre pueblos “civilizados” y “salvajes”. Pues bien, continuando una larga tradición intelectual que en sus orígenes remotos podría remontarse al mismo Hipócrates y que en Francia contaba con representantes tan ilustres como Jean Bodin, Montesquieu justifica todo tipo de diferencias culturales a través de un extremado ambientalismo climático, afirmando además que las leyes, para poder ser consideradas buenas, debían adecuarse a su vez a la diversidad de costumbres y temperamentos inducida por el clima. En concreto, en relación al carácter de los distintos pueblos Montesquieu sostiene que lo que hace que éstos difieran sustancialmente es el clima. Así, por ejemplo, intenta demostrar que los climas fríos producen un mayor vigor, que va acompañado de virtudes tales como la valentía, la seguridad, la confianza y la franqueza, así como de poca sensibilidad para los placeres[5].
Las rotundas tesis ambientalistas de Montesquieu fueron ampliamente atacadas en su época, siendo Hume –al que seguidamente se hará referencia– uno de sus críticos más destacados[6]. Sin embargo, en un tono más matizado, dichas tesis también encontraron eco en buen número de autores europeos de muy diverso bagaje intelectual, tales como el afamado médico William Falconer, el miembro de la ilustración escocesa Adam Ferguson, o el jesuita español Juan Francisco Masdeu[7].
(Ramos Gorostiza,  “CARACTER NACIONAL” Y DECADENCIA EN EL PENSAMIENTO ESPAÑOL)

No hay comentarios: