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16 de enero de 2011
Diálogos en las noches coyóticas
Supongo que si uno (por emplear el sujeto indefinido personal de Trapiello) acepta que es muy tonto los hechos se acaban ordenando (disponiendo, cristalizando) por sí solos. se alcanza, de este modo, una libertad o paz interior, en el sentido de la autárquica sequedad peninsular, sin lujos añadidos. Se acaba comprendiendo que no hay diferencia entre estar detrás de un muro, ajeno al mundo, y estar en lo alto de un mirador acristalado, comprendiéndolo (el mundo), pero sabiendo, ay, que tú eres uno de los objetos vistos y que el conocer no te sirve de nada. Entre el 0 y el ∞ existe todo el espaciotiempo para igualar (llegar a lo mismo).
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