Y lo haré como Miguel Ángel Hernández Navarro. El cuñado, sí. Pero también –y sobre todo– el hijo de Juan Antonio e Isabel, agricultores y gente humilde de la huerta de Murcia, que se dejaron la piel para que su crío pequeño fuese a la Universidad. Por ellos, que ya no están, voy a escribir aquí lo que me dé la real gana. Y por ellos también, los que me dieron nombre y apellidos, voy a firmar y dar la cara en cada una de las palabras que salgan de mi teclado.
Es que si no lo hiciera así no me pondría. ¿Con qué cara nos íbamos a colocar delante de un espejo si no?
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