Tan delgada como es la línea entre la libertad y el libertinaje (selon le savoir dire des autocrates) lo es, desde el lado de la calle, la que existe entre la represión y la embestida. Una gota más de sangre en cualquier esquina y el populacho (aumentativo de desprecio) erige alegres patíbulos, si se tercia, para los lingüistas del poder.
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