Todas aquellas veces que te sientes capaz de una espléndida dureza, unas 960 al día aprox., comprendes de inmediato que ese juego no es el tuyo. A nadie vas a engañar ni hay quien se merezca que tú lo engañes. Así que le das la vuelta a los minutos, unas 960 veces al día.
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Penélope no (a ningún viajero aguardamos), Sherezade sosteniéndose contra la muerte en múltiples noches. Suponemos que Ella, la innombrable, es lo horrible. En realidad es la que nos salva, aunque sea nada más que transitoriamente. Así podemos huir de lo verdaderamente terrible, los minutos de la madrugada, los únicos que no giran nunca sobre sí mismos, tan rotunda es su malvada claridad.
Yo no sabría en qué lugar cobraríamos (¿sería más bien recuperarlo?) un sentido diferente de este trabajo de borrar Sus huellas, las heridas que va labrando en la piel y en el alma inexistente. Por ella conocemos la esperanza; nunca sabemos más de la sagrada obligación de ser felices que cuando sabemos el fin, Su arrugado rostro.
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