Dice alguien "tengo frío" y no es que declare, repitiendo, el tiempo que hace, o para recordarse a sí mismo lo que significa una concepción lingüísticamente restaurada de la verdad como correspondencia. Dice lo que dice y hace otra cosa diferente, ya sin palabras. Pide comunicación.
Miras por la ventana del tercero, a la calle. Desde tu casa. Nieve, más nieve. Sobre nieve. Tampoco informas de una verdad, con el fin de convencer a alguien de que los hechos, esta tarde, la de ayer o la de siempre, aquí o donde sea, son así. Cierto que son, pero es que quizás tú te apliques a rivalizar con la nieve. Por el el color. Pensando, quizás también, en la materia sutil de que están hechos los copos. Que caen en silencio. De ellos debe estar tejida la memoria de los ausentes y de los muertos, y en su misma bellísima y eterna caída tenemos que pensar, sabiendo que nuestra memoria es el muro que nos contiene, muy posiblemente, de los actos más libres.
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