18 de febrero de 2010

Pessoana

Moriré yo, y de la conciencia de esta tarde que se adormece entre neblinas, y una lluvia tan escasa como fría, no quedará nada. Pasará después lo mismo con el resto de las tardes. Nadie guardará memoria de la luz que declina en las habitaciones solitarias, ni de las conversaciones que se emprenden en las mesas de las cafeterías quedará nadie para dar cuenta. Será al final del mundo, pero yo estoy temiendo ahora por mí.

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