26 de febrero de 2010

Afección

La piedad viene por dos caminos: uno es el del río de la lágrimas, el otro es el de la opresión que marcha garganta arriba y muere en un silencio solitario. No se ha movido nada, nadie lo advertiría. Más conveniente el primero que el segundo, capaz de arrancarte de los hombres.

Más conveniente el primero, que quizás acaba en el desahogo, que el segundo, que se pretende deshacer en la escritura y no se borra nada. Vive la sombra con nosotros, agarrándose con fiereza a nuestra morada.

(Pensamos, lo hemos dicho, que el día que no salga escribir con violencia, no escribiremos. Nombrar la compasión solitaria que nos anega el corazón no es precisamente una de las formas más suaves de malestar. Este grado de desgracia, como se diría, pocos giros de tuerca admite. Lo otro es el cuerpo, el silenciador del lenguaje. Otra cosa. La compasión pertenece al funcionamiento desencajado de la mente.)

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