a) Ordenar los libros. Representa un engaño consolador.
b) Leer a John Rawls sobre John Locke. Leer a Ortega sobre lo que a él se le ocurra.
c) Arrojar, de manera inmediata, al contenedor del papel reciclable el magazine dominical. Durante demasiado tiempo nuestro pobre espíritu se vio inficionado por esas lecturas absurdas.
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