Sentado en el despacho, pensaba que no le importaban las ideas, falaces, ni tampoco los hecho, brutales. Sí que le importaban las prácticas, la difícil y precaria costura de los hechos y las ideas. No una filosofia política fundamentada y sistemática. Al final y como siempre: una evanescencia al gusto de un diletante, que se atreve a proponer que los hechos de los historiadores deben ser cribados filosóficamente.
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Lo mismo el sujeto cartesiano es un artista del trapecio. Precario. Necesitado de la red teológica protectora, abajo y arriba.
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Máximo Cuervo, director general de Prisiones en el primer franquismo, en los años duros duros. Directivo de la BAC y finalmente constructor en Aguadulce (Almería). La santa trinidad de religión, patria y hormigón. Lo peor y definitorio de cierto empresariado español. Mentalidad de terrateniente africanista sin las sutilezas de la fe platónica agustinista.
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