Cuando empezó el amanecer radiante y las tropas nacionales hubieron alcanzado los últimos objetivos militares se implantó en el país un, no diré simpático, porque su intención no era mover a risa sino salvar las almas, un curioso calvinismo negativo: el sistema de redención de penas por el trabajo, impulsado por el buen jesuita Pérez del Pulgar. Como yo no soy comunista, y me imagino que masón tampoco, personajes que eran insalvables para el filantrópico y caritativo régimen, pienso que podría haberme acogido a tan piadosa medida, que a la par que le quitaba suciedad a mi espíritu servía para enriquecer la empresa privada.
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