Tengo muertos, y los dejé marchar
y me extrañé de verlos tan tranquilos,
instalados tan pronto en su estar muertos, tan correctos,
tan diferentes a su fama. Sólo tú, tú vuelves
atrás, me rozas, me rodeas, quieres
chocar con algo para hacerlo sonar
y que te delate...
(Rilke, "Réquiem por una amiga", en Réquiem, Hiperión)
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