22 de octubre de 2010

De esto y de lo otro

(Haiku)
Un hombre maduro,
lee versos.
Corazón amargo.

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Acaba el "Réquiem por la muerte de un niño" de Rilke (1915) con este par de versos que claman al cielo, y luego puntos suspensivos:

Aquí somos todos como una bebida fresca.
Aún no he visto a los que nos beben.
(Versión de J. Munárriz para Hiperión)

El niño al que da voz Rilke (De Man, prosopopeya) acepta su separación del mundo y su llegada al lugar donde habrá otros niños "que vendrán a jugar conmigo". Puede que haya nuevas preguntas, aprendizajes, sentidos nuevos en el hogar nuevo... Entonces, el niño/Rilke arroja la pedrada: ¿y si Dios no existe? Si no existe más que un vacío, la pérdida de los objetos, si no se muere para siempre y de una vez.

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