Cuando fijo los ojos en un punto perdido, no estoy recordando nada. No me entrego a nostalgia de patria ni de amores. Es sólo que pienso en lo que dicen, y que lo que dicen se me escapa de entre los dedos, y no soy capaz de saber las intenciones (un pensamiento sobre el mundo, un deseo que se expresa, una llamada que convoca, vid. K. Bühler). Porque acabo interponiendo las mías en lo dicho y acabo por dudar de todo, excepto de que yo dudo- y es un pírrico ganar.
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Vino espeso de Kajetia,
bueno para beber en la cava,
al fresco, con calma.
¡Bebedlo a pares, en pareja,
porque solo no hay que beber!
(O. Mandelstam, Tristia y otros poemas, Igitur, 2000, p. 96)
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Al final encuentro mi Rilke, detrás de otros libros, lleno de polvo entre tanto desorden
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