8 de octubre de 2010

Nihil, VII

Daña mucho más la imagen que el pensamiento. Aquella se presenta de improviso, la muy hija de ***, agarra los nombres por los pies y contamina las proposiciones de un rojo mucho más lento y tóxico que el del Danubio. Aparte de que su belleza decadente (¿hay alguna imagen que no se presente entre ruinas, o que no contenga su promesa?) afea mucho más el rostro propio. Igual que si un espejo te estuviera sorbiendo la sangre a tragos cortos (igual que un whisky puro sin agua).

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