Cansancio, la verdad. Agotamiento, no, cansancio.
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Tres de cada cuatro circulantes por la Praça de Comercio, o sentados en los establecimientos aledaños, son españoles o están a punto de serlo. Yo creo, sinceramente, que el portugués es una trampa o señuelo para obligarnos a los españoles a volvernos soñadores por un día.
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Praça do Comercio: nombre que pronuncio con un acento de lo más in, sin que el taxista sonría. No así la camarera, que me mira con desprecio y luego no vuelve, cuando entono un miserable bacalhau.
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