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26 de julio de 2010
No hay salida, IV
Hacemos como que obedecemos todos y cada uno de los preceptos que nos entregan. Ellos ponen cara y sonrisa de que nos regalan la lluvia. A nuestro turno sonreímos, diciéndoles que sí. Pero nunca nos ven la cara cuando les damos la espalda. La decisión añeja de quebrantar todas y cada una de las reglas y de burlarnos la palabra dada (nos engañan y hacemos como que no lo sabemos y como que pensamos que de su boca solamente mana la verdad miel). Se creen que están cimentando la ciudad de la paz y de la alegría, y no somos ni cínicos siquiera (no, señalamos una verdad y ya está) cuando nos confesamos, en familia, que sobre esa apariencia nosotros estamos trazando un imperio del crimen. Se alejan por donde han venido, ellos a la apariencia, nosotros al delito. Sin alegrarnos por ello, convencidos de que no existe otra manera de que podamos mantener nuestra libertad.
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