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24 de julio de 2010
La virtud del guerrero
Me pregunto quién sería capaz de encerrarse en su pequeña propiedad rural, rodeado de tierras calcinadas en las que no arraiga ni la memoria, para, en la soledad de los hombres adustos, leer y apurar el libro del italiano. El único libro, el político y personal, el del oficio y las relaciones, el texto que declara la incapacidad y la rabia. Me pregunto si yo sería capaz, o si mi vena es más griega y/o portuguesa y prefiere los pequeños bares en los que las letras se acompañan de los ruidos de los clientes lejanos de las otras mesas. Oh mis pequeños dioses del vino y de la cerveza, mis dioses relativos enemigos de tanta verdad funesta.
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