La ira se fabrica sus propias imágenes del horror, en cuanto halla a la razón cansada por los viajes y los sucesos. De todas maneras, ésta ha debido levantar un muro de protección… para que las cárceles no estén llenas de seres irracionales, y los muros puedan seguir siendo invisibles.
Un viejo malvado no es más que un malvado viejo: con toda la fuerza de la maldad y todos los defectos de la vejez. No ha aprendido nada de nada. Su experiencia no da la flor de la tolerancia, sino el hedor de la decrepitud.
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