La presunción de unos derechos sociales (gratuitos, porque yo los valgo) que me tiene que facilitar sin falta la sociedad providente conducirá, más temprano que tarde, hacia un colectivismo de la pobreza o una economía virtual de trueque.
¿Por qué no pagar (algo) por los derechos? Yo no sé el porqué de la admisión acrítica de que los derechos representen una concesión heterónoma (el político me adula perorándome lo mucho que soy). Yo creo que así (viniendo de fuera) se niegan esos mismos derechos: o que se constituyen en privilegios del poder para crear y congraciarse con sus clientes, vaciados de alma.
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