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23 de enero de 2010
El antisócrates
El moralista es un necio. Además de feo. A causa de lo rotundo de esta última cualidad, S. debió sin duda ser despreciado por su esposa y por las vecinas, las cuales, por la mañana muy temprano, fregoteaban a la puerta de sus casas, cuando él se dirigía en busca del sol y sombra reparador, en el bar cercano. Este local en verdad nunca se había distinguido por la pulcritud, pensaba el feo ético; a la vez que consideraba (misterios de las simultaneidades cerebrales) que su vida habría sido bien distinta si él se hubiera desempeñado solamente como un gañán romántico, de los que luego se olvidan, pero que entretanto han cumplido su labor. El veneno desdeñoso de las comadres barrenderas y madrugadoras debíase muy probablemente a que sus consortes tenían de lo primero y sobrado, mas no de lo segundo. Así que tenían que tomarla con los raros.
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