Cuando escribo algo que debe valer como un argumento público, objetivo, razonable, no puedo evitar sentir vergüenza. Me parece ridícula la pretensión de demostrar algo, de mostrar la competencia racional. Le doy al Enviar (del comment) y me vienen los colores (y si no quiere ser uno metafórico, que tampoco hay que pasarse, una especie de rubor interior o desazón molesta). ¿Soy honrado, como quiero, o simplemente débil, como me temo?
En ese punto, el único juego de lenguaje que me parece aceptable es el del yo que se parodia en su decir, que hasta desluce su ironía en lo que habla.
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