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15 de enero de 2010
Érase
Conocí una vez, hace de ello tanto tiempo que ya no puedo estar seguro de que no fuera un sueño, una ciudad maravillosa de calles estrechas y gentes amables. Tan estrechas que los seres profundamente infelices no cabían por ellas (dilataban su peso anímico) . Fue antes de venir aquí, a esta región calcinada, a purgar unos pecados que desconozco. Pues o yo no guardo bien la memoria de mis hechos o no ha sido mi mal tan grande. Aquí me veo, cada día sísifo renovando su castigo, mientras mis amigos de antaño (¿de veras que los he soñado?) alegran con sus pasos cantarines y su risa de amplios ecos el enredado núcleo de la vieja urbe costera. Cada uno (yo aquí, ellos allí) en su calle euclídea, sin promesa de reunión.
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