Las fases del plan del catedrático con respecto a su maestrita, según la preceptiva metódica cartesiana, en El amigo manso de Galdós:
«No conviene ir demasiado aprisa -pensaba yo-. El hecho, el hecho mismo me guiará, y la serie de fenómenos observados me trazará seguro camino. Procedamos en este asunto gravísimo con el riguroso método que empleamos hasta en las cosas triviales. Así tendré la seguridad de no equivocarme. Poniendo un freno a mis afectos, que se dejarían llevar de impetuoso movimiento, conviene observar más todavía. ¿Acaso la conozco bien? No; cada día noto que hay algo en ella que permanece velado a mis ojos. Lo que más claro veo es su prodigioso tacto para no decir sino aquello que bien le cuadra, ocultando lo demás. Demos tiempo al tiempo, que así como el trato ha de producir el descubrimiento de las regiones morales que aún están entre brumas, la amistad que del trato resulte y el coloquio frecuente han de traer espontaneidades que le revelen a ella mis propósitos y a mí su aquiescencia, sin necesidad de esa palabrería de mal gusto que tanto repugna a mi organización intelectual y estética».
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