8 de noviembre de 2013

Tiempo ha

De una manera sorpresiva o intempestiva, quizás por efecto del vino, sentimos su presencia en esta o la otra estancia. Veinte años, o quince o diez no son nada, confrontados con la eternidad. Estas sillas, estas losas, estas escaleras, un espacio de vida y de muerte. Uno o más de un recuerdo terrible. También la luz que oscila y el ruido que viene de abajo, del taller, del inframundo... Pues habréis de creer, aunque me cueste retener una lágrima, que esa presencia súbita, de él o de ella, me hace feliz, y sé que en este momento no habría lugar mejor. Para escribir, para vivir.

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