Estoy sentado
al borde del mar,
en una isla sin gracia
de la que tú
no conoces
ni el nombre.
Miro,
con los ojos
del sueño,
más allá de
los clientes
de la barra,
por encima
de los clientes
de las mesas,
escasos
a esta hora.
Viajo,
con los ojos
del sueño,
a otra isla
diferente,
olvidada
por la historia.
O por la autopista
del sur,
hacia mi ciudad,
entreteniendo
el camino
con la visión
de las nubes
más bellas...
Yo,
que no conozco
nada,
víctima de la luz
arrasadora
de julios y de agostos,
aspirando esta tarde
anocheciente,
a estar tranquilo
en una isla,
entregado
al ensueño de una piel
y la línea de unos labios
a la distancia de
una nada de mi deseo
vigilante---
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