Existencia y estética, caminos de ida y vuelta:
Abrir un camino a través de la nieve usando a los condenados a manera de quitanieves es, en el contexto de Kolymá, un trabajo sin otra finalidad distinta que imponer el absurdo. Si no fuera porque se trata de un trabajo forzado que acorta la vida de los obligados a realizarlo, bien podríamos pensar que estamos en presencia de un bello ejemplo de desinterés estético kantiano, una finalidad sin fin, o quizás de un happenning o trabajo de land-art como los de Richard Long. (C. Martínez Gorriarán)
Por cierto que lo siguiente es lo mismo que pensaba yo, pequeña vanidad rememoradora de pruritos de investigación que se me pasaron ya. ¿Se me pasaron ya? Nunca me atraparéis.
Este artículo propone que la buena narrativa de ficción (literatura) contribuye a una comprehensión de ciertas situaciones existenciales que no pueden ser alcanzadas por los géneros escritos considerados objetivos, como el ensayo, la historia o el periodismo. Sucintamente, será estudiado el caso del escritor ruso Varlam Shalámov, que pasó diecinueve años como prisionero en un campo de trabajos forzados en Kolymá, esencia de su trabajo principal, Historias de Kolymá. Sus historias transmiten ese tipo de experiencia sobre la destrucción de vidas humanas con una profundidad, riqueza y detalle completamente necesarios para la comprensión, e imposible en otro tipo de investigación. Esto no sólo convierte a Shalámov en un gran escritor, sino también a toda su obra en un ejemplo fundamental de lo que llamamos «propiedades cognitivas de lo narrativo». (En el mismo texto de Martínez Gorriarán; subrayado mío.)
I. e., la autoficción a modo de arsenal conceptual (inductivo, abierto casi por definición) susceptible de aplicación "real", tanto en el grado cero de la comprensión/escritura aficionada, como en el de la investigación académica. Casi me da vergüenza mencionar esto, pero me la aguanto. Como otras.
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En el mismo texto, esta proclmación radical de la existencia de la conciencia moral:
Agamben hace referencia a uno de estos casos, el de un estudiante italiano que va a ser fusilado por los alemanes —naturalmente, sobrevive para contarlo— y siente, en primer lugar, una enorme vergüenza cuando le llaman al paredón ante docenas de compañeros en su mismo caso.
El inocente demanda su parte de culpa. Comprender por qué se ha convertido en un bicho o tiene que desaparecer del mundo.
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