(Al hilo de una sugerencia de A. J. Durán, La verdad está en el límite, RBA, 2011, p. 136) La aparición en el siglo XIX de geometrías no-euclídeas, la quiebra del paradigma heredado desde antiguo y que sustentaba buena parte de la filosofía crítica, no se tradujo en la posición de la geometría como rama universal de las matemáticas, eventualmente trasplantable a la representación científica del mundo. Al contrario, fue en la aritmética donde se encontró la posibilidad de mayor rigor lógico y formalización. Que la filosofía de cuño logicista (Frege, Russell, Wittgenstein) arraigue en este carácter preponderante de la aritmética, si no me equivoco, casi al mismo tiempo que la nueva física se fundamenta en las geometrías rupturistas, no es algo, me parece, que se pueda despreciar como factor que contribuye a la progresiva separación de filosofía y ciencia, de tal manera que la integración se ha vuelto imposible y la condición primera por universal de la filosofía y sus objetos ha sido desplazada por unas ciencias sociales de las que lo mejor que se puede decir es que son, que tienden a ser, profundamente acríticas.
¿Habría podido ser de otra manera? Si la geometría se hubiera impuesto antes, si la filosofía no hubiera entrado por la senda de la aritmética...
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