Intento dominar la ansiedad mientras estoy sentado en el banco, al lado de la fachada muda (julio de 1936; julio de 2011). Enfrente hay una pareja joven con un niño pequeño, muy pequeño. Pienso en una escenificación Disney de la tragedia, aunque la tragedia no aparece por ninguna parte. Están los amantes abrazados en la hierba, nada más. Pienso también que no es bueno que el hombre esté solo. Llegué contigo a este laberinto, pero en el laberinto no había dragón ni toro salvaje. Solamente una casa anómalamente pequeña, desproporcionada para el drama que le debía corresponder.
El cielo lo he olvidado igualmente.
Igual que un sistema del que he perdido la noción del uso.
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