No debería estimarse tan anecdótico el interés de Marx por los fundadores del cálculo: los “místicos” (Newton, Leibniz), el “racionalista” (D´Alembert), el “algebraico” (Lagrange). En esa conversión final de algo, muy poco, casi nada pero algo en cero, en una nada muy real, en la reducción de las diferencias que acaba en una identidad (de curva y de recta, p. ej.) debió Marx considerar la posibilidad del salto dialéctico, de la transformación de la cantidad en calidad y la emergencia de un novum. Así se salvaba toda la verdad de la teología y su concepto base de “creación”, en un sentido materialista... (Vid. La verdad está en el límite, op. cit., pp. 128-129)
No hay comentarios:
Publicar un comentario