... , y viene a propósito de un post/comentario mío anterior:
Plétora
Para escribir con indiferencia se ha de vivir con indolencia. La pasión en los hechos y la sangre en las palabras, sólo se consiguen a través de la impotencia que produce amar en alto grado. El hombre que adora, también odia, ataca y desprecia; pero jamás se muestra indiferente ante sus congéneres. En el amor el resultado es dulce, pero los ingredientes amargos. (Jesús Díaz Palma; subrayo yo)
Lo subrayado por mí son cuatro juicios de hecho. Son verdaderos, pero su contrario también es igual de verdadero, o puede serlo. Solamente escribiré algo del primero. Quizás sea así. Sin embargo, para escribir con indiferencia se tiene que haber vivido justamente no con indolencia. A causa de esta vida (ya pasada) es como se puede mostrar esa actitud (también en lo escrito) que yo más bien llamaría serenidad. Frialdad marca demasiado las distancias; indolencia carga demasiado negativamente sobre el carácter de la persona. No veo nada negativo en serenidad: la persona serena no es ni desapasionada ni fría ni dejada. Guarda las distancias y se comporta libremente.
Ah, no se debe adorar: ni a los dioses ni a la verdad (i.e., la mujer selon Nietzsche). Quien adora se ha inventado un dios que le domine. ¿No es esto una verdad?
1 comentario:
Un grato placer y todo un reto dialogar con Vd.
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