Tengo un sentido de la información neuróticamente precisa, eso estorba un poco al pensar. Pero no me interesa nada, no me interesa el valor ajeno, solo me valoro yo mismo a cada minuto. Esa fuerza es la única real. Lo externo es una mala comedia que vive de energías de pésima calidad.
Yo he podido conmigo desde el principio, ese diálogo invisible ha sido el gran arquitecto mudo de la cornisa en que me alojo. El diario de Amiel ,los aforismos nietzscheanos, las confesiones de Rousseau y los ensayos de Montaigne son prácticamente lo único que admiro, es decir hipocresía llevada a la categoría de arte, grandes manadas de yo contradiciendo la orden social de moda.
Me encanta cansarme. Más aún aburrirme, escribir ficciones tales como que hay algo acá adentro.
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