La perfecta potencia en el obrar, ese equilibrio consiguiente a los actos buenos, es lo que se reconoce como una autosuficiente alegría. De la falta de lo primero se sigue, a la inversa, una necesidad mayor de reconocimiento ajeno. Insuficiencia, falta de ánimo.
El actuar, una perfección; por lo que no estará injustificado imaginar el mal como una omisión; la tristeza como nada o ausencia injustificada del dios.
(Nada tan sencillo como esquivar el temor mediante el recurso de la transitividad lógica. Porque yo no quería escribir realmente nada de lo anterior.)
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