Y hacia delante... Obligándose a lo mismo: a vivir para escribir/lo. Aunque fuera sin esa finalidad, pero con la pre-conciencia de que sí, de que fatalmente va a ocurrir de esa manera: que lo vivido, que inevitablemente tenderá a la vacuidad, irá, inevitablemente también, al cubo de la basura escrita.
Esto es un juego, sin embargo. La víctima, sólo Amiel.
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