Lo escrito distrae de lo que se es, y de la destrucción del pensamiento.
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Un argumento contra los dioses son las lágrimas incomprendidas de los niños, no saber qué es lo que pasa por su cabeza. Un argumento contra los dioses, que suele coincidir (quizás todo resida en esto) con los momentos de nuestra más negra impotencia.
Un argumento contra la libertad, también. Contra nuestra ignorancia. El dolor del ser humano, puede que también. Pero yo no soy un místico, sino alguien que se pasea con un espejo quebrado.
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